Un par de vidas concurrentes


Un par de vidas concurrentes


Hoy te pregunto: ¿cuál ha sido la fecha en la que el amor te ha invadido con el ímpetu de no saber dónde estas, que día es, qué será de ti después?

Ubica esa fecha por que hasta el momento ese es el único indicio que tienes, por una parte estás tú, eres el resultado de la enseñanza de tus padres, de las contribuciones que la sociedad ha tenido hacia ti y el entorno en el que te sitúas y por qué no, de tus decisiones.

Vas por el camino creciendo en cada momento pero ¡detente! No te apresures en llegar al futuro en el que te encuentras sino que reflexiona cada momento que has pasado.

Ahora que lo has hecho imagina lo siguiente: ¿sabías que tú sufres del crecimiento común? Es decir para ti todo empieza desde la concepción hasta la muerte, sin embargo no es así para todos.

A continuación te presento el caso de otra persona que por el contrario nace en una etapa diferente a la tuya totalmente aleatoria, como puede ser en la juventud puede que sea en la senectud o incluso podría nacer de la forma convencional.

Dicha persona (caso especial) se encuentra situado en el mismo lugar que tu pero por alguna razón no la puedes ver, sabes que existe, sientes su presencia; cabe destacar que tu tienes un vínculo con la persona cuya concepción es diferente a la tuya

En algún momento que yo desconozco ustedes toman caminos diferentes, sin embargo el vínculo no se ha roto. ¿Has deducido lo que sucede?

Existe un efecto que ocurre en muy contadas ocasiones en el universo: la ruptura de las dimensiones. Lo que sucede es que en un mismo espacio en alguna otra dimensión se encuentran ustedes. Ahora se torna más interesante puesto que el fenómeno de ruptura sucede cuando dos seres totalmente diferentes crean un vínculo desde la concepción en dimensiones paralelas.

El destino indica que tu en algún momento estarás en algún lugar (aun no sabes cual, ni cuando) en el que se conocerán y las dichosas dimensiones se habrán mezclado.
Pero no te preocupes esto no traerá consigo un desastre ni mucho menos, la cuestión es que esta fusión sólo pasará entre ustedes creando una nueva.

Imagina una dimensión única diseñada para ustedes dos ¿logras imaginar eso? Yo la verdad no, aun no. Hemos olvidado algún detalle, ahh cierto: El momento de concepción y el tipo de desarrollo no es el mismo.

Tu no sabes si te encontraras con un bebe, un joven o algún ser en otra etapa ni como se desarrollará. Con certeza sabes tu curso, pero ¿como lidiar con ese gigantesco detalle?

A continuación te doy la respuesta: Se conocerán y surgirá un raro efecto puesto que veras a una persona de la nada como a través de un espejo (un gigantesco espejo donde el resto pasa a menor importancia y por consiguiente el mundo que conoces desaparece) a pesar de parecer un espejo lo que ves no es un reflejo.

El secreto para llegar con tu semejante es que ambos toquen un punto del espejo al mismo tiempo (pero eso no lo sabias tu) sin embargo lo haces por inercia, acercas tu mano y el reflejo parece hacer lo mismo.

Finalmente ambos la colocan una sobre la otra, lo que parecía un espejo se cristaliza formando un polvo que envuelve todo a su alrededor creando el espacio ideal entre ustedes dos.

Falta resolver el dilema de la concepción: ambos en el mismo espacio y tiempo se ven a los ojos, cada uno se envuelve por la particularidad que emiten, un destello cual galaxias. Se impresionan y no pueden dejar de verse.

Juntas tu frente con tu pareja, los ojos siguen enfocados viéndose uno al otro. Para ti el físico ha dejado de ser relevante y se dan un beso que sella la nueva dimensión, aquella que los unió y les traerá la felicidad por siempre.

Al haber renunciado al físico mediante un beso has restaurado el balance de la otra persona y se transforma adoptando tu edad y forma de desarrollarte.

Lo interesante yace en situarte en aquel momento en el cual lograste romper una dimensión completa y compartir un tiempo y espacio único. Por otra parte sino lo has vivido aun, será mas emocionante pensar que podría pasar, por que al final de cuentas nunca hemos sido iguales ni lo seremos hasta encontrarnos.

Por Felipe de Jesús Mendoza Aguilera

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