A golpes de constelaciones

Cuando la verdad es tan dura que nos hace pensar si somos dignos de estar en pie y cuestionar nuestra existencia, volteo al cielo y me digo… “Con los pies en la tierra y la vista en las estrellas”.

Si has de saber algo es que una parte de mi como de ti cuestiona casi todo lo que existe y se encuentra alrededor. La diferencia he de confesar que radica en prestarle atención a todos los cuestionamientos internos que tenemos.

Al ver el cielo descubro que cada estrella es un camino disponible… todas las noches salgo a elegir una... siento una maravillosa energía y sin darme cuenta me elevan para que procure alcanzarlas, es idiotizante la cantidad de voces, colores, olores y sentimientos que me proyecta cada una de estas luces. Todas, absolutamente todas, son diferentes entre sí.

Algo que he notado es que por más que me aferro y selecciono la misma estrella jamás logro  alcanzarla y  esta es la que más capta mi atención, es como si me elevase con ilusiones y dejara caer con realidades, me canso y sin embargo no paro de intentarlo.

Hay algunas estrellas que son mis favoritas: les he logrado visitar, conocer y apreciar tanto que les cuido con ahínco; sin embargo me temo que algunas ya han fallecido y no logro encontrar sus destellos pero reconozco el lugar de mi cielo al que pertenecen. Yo cual romántico dejaré su espacio disponible para cuando así ocurra por milagro o azares del destino logren retornar o renacer.

Hoy salí a buscarte querida estrella inalcanzable y me abrumó tu ausencia, no sé si esperar o aceptar tu partida, me pregunto si soy sólo yo quien no te puede apreciar para llegar a ti o si fuiste tú quien ha partido de este plano.

La caída que tuve por tu luz ha sido la más dolorosa y la que más tiempo ha requerido para que sane, -soy tu masoquista, soy tu terco que siempre te busca e intenta alcanzarte- Me decía frustrado al buscarte en la inmensidad del cielo y cuando me cansé de reprochar me acosté en el suelo cobijado por la luna quien tomó una decisión.

El día se me consumía con una rapidez tremenda y la noche se iba en un parpadeo al ir y venir de cada estrella. Hoy es diferente… todas se han ido -¡Todas!- Me he quedado solo contigo Luna- Tu… que nunca me has dirigido la palabra, que nunca me has elevado, que vienes y te vas con el pasar de los días y te burlas de mí con esa sonrisa que formas.

-¿Por qué me han abandonado? ¿Qué has hecho Luna? ¿Qué te he hecho?-

Ahora solo podré ver al suelo y seguir sin rumbo, errante.

-Y tu Luna… como siempre sigues sin responder-

Lagrimas desbordaron mi rostro esa noche para desahogar lo que sería la velada más triste de mi vida, en esa ocasión no se presentó ningún sueño.

Estuve caminando varios días buscando en que entretener mi mente y buscando un objetivo que seguir pues mis sueños había desaparecido, ya no estaban aquellas estrellas de mi cielo que motivaran el salto, el anhelo y la esperanza del siguiente día.

Treinta días y treinta noches de desolación pasaron hasta que finalmente la Luna se dignó a dirigirme la palabra.

Ella me cuestionó sobre mi andar errático hasta llegar a la pregunta que desencadenaría la premisa más importante… - Dime, ¿te gustaría que las estrellas regresaran?

Sin dudar respondí: -¡por supuesto, que no ves como sufro sin ellas!-

-Yo pensé que te vendría bien un tiempo sin ellas porque al parecer no te has visto- dijo la Luna

Y con detalle me analicé; vi mis pies, piernas, torso, brazo, manos y dedos.

Estaban todos gastados, sucios, heridos de tantos golpes que había recibido por intentar alcanzar a mis amadas estrellas. Entendí que la Luna se encontraba preocupada por preservar mi existencia y que a pesar de su silencio era la única que se preocupaba por mi bienestar, estando vigilante cada día de mi vida.

Mi decisión le causó conflicto sin embargo lo respetó; se dispuso a abrir el cielo para que yo pudiese contemplar mis estrellas, cercanas y lejanas, grandes y chicas.

Antes de concluir la Luna y yo hicimos una promesa: Ella estaría conmigo durante el resto de mi vida, cuidando y vigilando de mí. Yo acordé aceptar su protección para no morir a golpes de constelaciones.


Por Felipe de Jesús Mendoza Aguilera

Comentarios

  1. "Yo cual romántico dejaré su espacio disponible para cuando así ocurra por milagro o azares del destino logren retornar o renacer."

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

El reflejo del tiempo

Carruaje de Réquiem

El Sendero